Helicópteros
Este es el tercer día en dos semanas en el que me despierta un helicóptero sobrevolando mi casa entre eso de las 7 y 8 de la mañana. El hecho en sí no es extraordinario, por años he vivido a unas pocas cuadras del aeropuerto y escuela de aviación (el sonido esporádico de los futuros pilotos entrenando en sus 747 a las 2 de la madrugada sobre mi barrio le agrega un cierto no se qué a esas noches), mas la frecuencia si es peculiar.
Un amigo me contó una vez que una de sus fantasías era la de ver a un avión estrellarse. Poco después procedió a ilustrar éste propósito, dedicándose por entero a intentar simular ese efecto una y otra vez en sus relaciones. Ahora toma fotos en Guayaquil.
Pero bueno, sé que este rollo con los helicópteros empezó con la visita de Hugo Chávez; ahora, no tengo nada definidamente en contra del señor Chávez y sus políticas, pero si no termina con este jueguito de llegar / irse / llegar a la hora del desayuno voy a tener que declarar al nuevo socialismo latinoamericano oficialmente como una joda.